Todo es festejos

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20.10.2007 | 09:47
El día que Argentina se acostumbró a ganar

Por Martín Sardá desde Francia
Especial para RugbydeCuyo

Argentina terminó mejor de lo que empezó. Hace un mes y medio atrás -seis semanas para mayor precisión- el equipo conducido por Marcelo Loffreda dio la “gran sorpresa” y bajó al dueño de casa en el mismo partido inaugural.

Luego vinieron los partidos más accesibles, pero Los Pumas repitieron su gran momento ante Irlanda y continuaron invictos y alcanzaron los cuartos de final. En esa instancia superaron a Escocia, y ya se acostumbraron a ganar.

Aún queda en la memoria la reflexión de Pedro Sporleder, capitán de Argentina en gran parte de los ‘90. “Nos estábamos acostumbrando a perder” dijo en un programa televisivo que repasa distintos acontecimientos, épocas y figuras del rugby argentino, en referencia a la crítica situación de Los Pumas a mediados de la década pasada, en el contexto internacional con la apertura del profesionalismo.

Hoy sucede todo lo contrario. El seleccionado argentino se acostumbró a ganar. Tanto que los hinchas argentinos y los mismos jugadores no se conformaron con eso y comenzaron a soñar despiertos con alcanzar el título de campeón mundial.

Del sueño se pasó al convencimiento real, para llevar adelante esa empresa, de perseguir el objetivo. Y más allá de la dura caída ante Sudáfrica, que hoy jugará la final ante la resucitada Inglaterra, actual defensora de la corona; Los Pumas anoche confirmaron que le pueden ganar a cualquier equipo. Confirmaron que estaban en condiciones de ser campeones, algo impensado hasta hace tan sólo 42 días atrás.

No le temieron a la sed de venganza francesa, le hicieron frente a los temibles “Les Blues” que eliminaron a los All Blacks, superaron el cansancio físico, y doblegaron claramente y por segunda vez al anfitrión.

Por eso, todavía suenan los ecos de los cánticos argentinos en el coqueto Parque de los Príncipes. Nuevamente las pequeñas hijas de Agustín Pichot, el gran líder de este equipazo, corrieron por el verde césped, con todos los compañeros de su papá dando una suerte de vuelta olímpica. Saltaron, cantaron, bailaron, se abrazaron y festejaron, y el público no se fue, hasta el último momento estuvo con ellos.

Los hinchas argentinos esperaron a sus ídolos en la puerta del estadio. No importó si se pasaba el último metro, querían retribuirle y agradecerles esas grandes emociones que les hicieron sentir durante este último mes y medio.

Los Pumas le gritaron al mundo que están presentes. Cada logro se transformó en un nuevo reclamo de inclusión en el mapa ovalado. En todas las conferencias de prensa, capitán y entrenador exigieron a los dirigentes una competencia anual para Argentina, los referentes del seleccionado aprovecharon cada entrevista para continuar con los pedidos, y hasta sus rivales reconocen que es necesario darles un lugar entre los mejores.

Los Pumas se acostumbraron a ganar y el mundo del rugby se enteró y esta vez no podrá mirar hacia otro lado.

Una pequeña anécdota, un gran mensaje

Con motivo del paro de transportes en Francia, las pocas unidades que brindaron un mínimo servicio se vieron atestadas de pasajeros, sobre todo en la línea que se dirige al Parque de los Príncipes y en las horas previas al partido por el tercer puesto entre Argentina y Francia. En uno de los vagones asciende un matrimonio con dos niños (10 y 8 años aproximadamente), que vestían la camiseta de Los Pumas.

Al escucharlos, se puede suponer que no son argentinos, pero tampoco franceses, ya que hablaban inglés. Ante la consulta sobre su nacionalidad, en medio de los apretujones y la presión humana en el largo viaje, el progenitor responde amablemente que son ingleses, que viven en Londres, y que han venido a ver la final entre su seleccionado nacional ante Sudáfrica.

“Pero ellos son simpatizantes de Argentina. A los chicos les gustan Los Pumas y siempre siguen todos sus partidos; juegan muy bien y se nota que lo hacen con el corazón. Por eso, hoy vamos a ver el partido ante Francia”.

El menor cuenta que su ídolo es Ignacio Corleto, mientras que su hermano agrega que le gusta mucho Felipe Contepomi. Al tiempo que el adulto dice “Vamos Pumas”, con su inconfundible acento extranjero.

Los chicos entendieron el mensaje de este equipo. El rugby pudo derrumbar las barreras de la historia. Ojalá los más grandes también puedan comprenderlo...

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