06.12.2013 | 09:52
Mandela: El Adiós a un Grande
Nelson Mandela le entrega la Copa del Mundo a Francois Pienaar en 1995

La partida de Nelson Mandela resignifica aún más los valores de este ícono sudafricano y de mundo. Uno de los estandartes en la lucha en contra del racismo social y político escribió el capítulo principal del poder de unión del Rugby como factor humano.

Las diatribas sociales que resquebrajaban la unidad de Sudáfrica a punto tal de llegar a un acercamiento a una guerra civil allá por 1995 fueron apaciguadas y transformadas por Mandela. Allí donde hubo crisis, miradas encontradas y un dispositivo a punto de estallar, Madiba lo supo desactivar.

Casualidad o causalidad, el rugby sirvió como vehículo principal en esta historia. Lejos de la popularidad del fútbol, practicado por las clases bajas y obreras en el país africano, en la era pre-Mandela el rugby era íntegramente jugado por blancos (para ser francos, Chester Williams estaba en el plantel pero no sumaba minutos). "¿Qué es lo que más les importa a los blancos? ¿Su religión? ¿Su Dios? Sí, pero también el rugby. A ver si somos capaces de utilizar esa pasión para unificar el país", rezaba Madiba por aquel entonces.

Qué mejor ocasión que la máxima cita mundialista a nivel selecciones para poner el andamiaje pacificador en marcha. Como un titiritero, Mandela se movió en las sombras de la organización hasta que llegó su momento. Primero trabajando la cabeza de los suyos para permitir y mantener el mote de "Springboks", pese a que algunos le dieron la espalda. Luego desde el seno mismo del seleccionado bok: el apuntalado fue Francois Pienaar, capitán por aquel entonces, un tipo más instruido que sus compañeros que supo captar el mensaje del presidente sudafricano. "Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo", fue una de sus frases más destacadas.

Los partidos se fueron sucediendo y el inconsciente colectivo de color, que era habitué en la cancha sólo para denostar a su propio seleccionado, comenzó a dudar. Claro, Sudáfrica funcionaba de gran manera y llegaba a la final. En frente esperaban los imbatibles All Blacks con Jonah Lomu como emblema.

Y ahí, el golpe de efecto. Nelson Mandela dijo presente en la cancha, ¡con una camiseta bok con la seis en la espalda! Saludó a todos y cada uno de los jugadores que darían la vida por su propio honor y también por los que siempre tuvieron odio hacia ellos. "¡Nelson, Nelson!", gritaba la muchedumbre, que de los 72 mil asistentes, 95% de ellos eran blancos.

"Yo nunca me imaginé que él iba a estar allí, ni jamás pensé que iba a usar la camiseta de los Springboks. Y él estaba allí con toda su aura. Sólo nos deseó buena suerte, eso es todo lo que dijo. Luego se dio vuelta y ahí estaba el número seis en su espalda, ¡y ese era yo! Estaba tan emocionado que no podía cantar el himno, estaba muy emocionado y muy orgulloso", contó Pienaar tiempo después de ese encuentro.

Tal fue el shock, que hasta los neozelandeses sintieron el cimbronazo de ese Ellis Park colmado: "Te intimida darle la mano a Nelson Mandela con la camiseta de los Springboks, nos hizo sentir que toda la presión estaba sobre nosotros porque ellos tenían a 'Nelson Mandela' de su lado, y que tenían finalmente un país unido después de años de lucha...ese día todos estaban unidos", admitió Lomu.

El partido fue, sin dudas, uno de los más grandes de la historia. No hubo tries, ni lucimiento personal, pero sí una entrega que contagió hasta al más ajeno al rugby. Sería 15-12 final, luego de la prórroga y un drop de Joel Stransky. Mandela le dijo a Pienaar: "Gracias por lo que hiciste por nuestro país". Él le contestó: "Esto no es nada comparado con lo que hizo usted por nuestro país".

En ese momento, el apartheid como estructura prescribió. Lógico, los dogmas del rugby sudafricano intentaron mantenerlo, pero blancos y negros, negros y blancos, compartieron un día inolvidable en la final de ese Mundial. Algo se había roto: fue esa barrera que se habían impuesto entre ellos mismos.

"La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad", Mandela. Eterno.

La carta de Mandela al capitán Pienaar.

En la final del campeonato de rugby 1995 que organizó Sudáfrica, Mandela buscaba unir a su pueblo a través del deporte. Esta es  la carta que le dio al capitán Francois Piennaar:

"No importan las críticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo, sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto."

"Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasan, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas que, frías y tímidas, no conocen ni victoria ni fracaso".

Hugo Porta.

En 1991 Hugo Porta fue nombrado como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario con la misión de reiniciar las relaciones diplomáticas con la República de Sudáfrica, interrumpidas en 1986.

Allí pudo conocer a Nelson Mandela, con quien entabló una particular relación hasta 1995, cuando el ex jugador de rugby regresó a la Argentina para convertirse en Secretario de Deportes de la Nación.

"Se pueden pensar muchas cosas, o haber seguido el proceso de transformación de Sudáfrica desde afuera, pero verlo desde adentro fue increíble. Cualquier país puede cambiar su gobierno, o alguna cosa dentro de él, pero allí se modificó desde su división política hasta su bandera, su himno, sus fuerzas armadas, su policía. Jamás voy a olvidar aquel día de la asunción de Nelson Mandela, el 10 de mayo de 1994", dijo Hugo.

Luego explicó cómo conoció al líder fallecido. "Mi relación con Mandela fue de mucho tiempo, cuando estuve de embajador en Sudáfrica. Yo lo pude conocer, estuve con él y fui condecorado por él -le otorgó la orden de Good Hope". "La humanidad va a extrañar a una persona que siempre dio un mensaje de misericordia, alguien que ha sido tan grande como Gandhi. Es la reflexión que puedo dar en este momento", agregó quien hoy preside la Fundación Laureus (Mandela era Presidente Honorario) en Argentina.

Y continuó con su descripción. "Era una persona muy alta, que andaba bien vestida y que tenía un trato excepcional; cautivaba con su sonrisa. He sido un privilegiado al poder conocerlo. El decía que el deporte podía cambiar el mundo y tuvo la inteligencia de usar el rugby para eliminar las diferencias", concluyó.

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